Son intervenciones en las que el animal es incorporado como parte del tratamiento, con la finalidad de que sea un facilitado. El psicólogo experto establece objetivos específicos según las necesidades de cada individuo y aprovecha el beneficio que genera la interacción con el animal, en nuestro caso el perro.
No hay un perfil concreto o unas características que describan a quien le irá bien o no. El profesional experto valora la idoneidad de la incorporación del Animal de Terapia en sus sesiones. El único requisito es no sentir un rechazo hacia el animal en cuestión, hacia el perro, y que la relación con éste le genere un beneficio. Incluso en casos de fobias, el usuario puede mostrar aceptación y sentir el beneficio de la interacción tras el proceso terapéutico.
Bajo la previa valoración del profesional, se incorpora al perro en las sesiones de terapia. Así, con su presencia y la interacción que se crea entre Animal de Terapia y Usuario, el psicólogo trabaja aquellos aspectos terapéuticos que convenga durante la sesión. Esto genera un clima más tranquilo, distendido y abierto al flujo de las emociones, y facilita al chico a mostrarse tal cual es.
Investigaciones recientes demuestran que la presencia de animales se asocia a sensaciones de tranquilidad y relajación así como reducción del ritmo cardíaco o de la presión sanguínea. Por ello, su incorporación no substituye ninguna terapia pero sí la complementa.
Rocko y Kobe son nuestros Animales de Terapia, entrenados para aportar el máximo beneficio a las personas con las que interaccionan, y preparados para seguir las instrucciones de los expertos y seguir el proceso terapéutico de cada individuo.
Son animales empáticos, capaces de comprender las emociones y de adaptarse a las necesidades particulares de cada uno; son cariñosos y saben entrar en las personas para sacar lo mejor de ellas.
Tienen experiencia con niños pequeños, dándoles seguridad, cariño y calor; con chicos y adolescentes, sirviendo de freno externo ante emociones agresivas, ayudando al autocontrol, a desarrollar sensibilidad y escucha; con adultos, ayudando a conocer y expresar emociones; y con personas mayores, facilitando tareas ejecutivas (memoria, atención y organización) y físicas (psicomotricidad fina y gruesa).
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