Poseemos un ritmo de vida muy ajetreado. Reuniones, trabajo atrasado, presiones de los jefes, comidas de trabajo... Cuando terminamos la jornada laboral nos sentimos abatidos, cansados y con ganas de sentarnos en el sofá y no escuchar nada ni a nadie. Es el día a día de una sociedad capitalista. ¿Cómo podemos cambiar este ciclo? Es importante, que dentro de esta monotonía en la que nos vemos englobados sin darnos cuenta, introduzcamos unos minutos para nosotros mismos. Puede parecer muy difícil cuando nuestra jornada laboral es de casi 10 horas, nos levantamos a las 7 de la mañana y regresamos a nuestro hogar a las 20-21 de la noche. Pues bien, lo primero y principal es realizar un horario, plantearnos cuales son las actividades de las que no podemos prescindir y cuales son aquellas que podemos quitar. Por ejemplo, no podemos prescindir del trabajo, pero si podemos evitar ir a comer con los compañeros, y una vez a la semana, como poco, ir a comer, desayunar o merendar con pareja o con los amigos. Si lo pensamos bien podemos sacar 30 minutos como mínimo a nuestro día para nosotros, para gastarlos como queramos (paseando al perro, caminando por la playa, leyendo ese libro que tenemos abandonado, dándonos una ducha, ir al gimnasio, ir a bailar con la pareja, tomar una cerveza con los amigos...) es verdad que el acostarnos más tarde quizás nos hará levantarnos más cansados, pero felices, muy felices.
La sensación de lograr hacer algo a lo largo de la semana que nos permita romper con esa monotonía, recompensa la falta de sueño del día anterior. Mi consejo es que lo probéis, un pequeño cambio en la monotonía semanal es un gran cambio es nuestra vida.