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Resiliencia ¿de qué hablamos cuando decimos resiliencia?

Resiliencia ¿de qué hablamos cuando decimos resiliencia?

Resiliencia ¿de qué hablamos cuando decimos resiliencia?


Nuestra vida es un ir y venir de cambios para los que no siempre estamos preparados o predispuestos a afrontar. Llegado ese momento siempre surge una palabra: resiliencia. ¿Sabes qué significa? ¿Y tú, eres resiliente? Te invitamos a descubrirlo en este enriquecedor artículo.


Si nos paramos a observar nuestra vida y/ o la de nuestros seres queridos, podemos comprobar que la mayoría de nosotros ya hemos tenido que exponernos, en algún momento, a alguna situación que ha provocado en nosotros una respuesta emocional muy intensa que ha podido incluso desestabilizarnos durante un período de tiempo. 

En algunas ocasiones, se habla de trastorno de estrés postraumático o síntomas relacionados cuando las personas, después de experimentar una situación difícil, muestran algún tipo de daño psicológico que les provoca un intenso malestar y es necesario de ayuda externa para poder superarlo, ya que está interfiriendo de manera significativa en su vida. 

Sin embargo, muchas otras personas, después de dichas situaciones y de un período de malestar, siguen por si mismas o en ocasiones con cierta ayuda externa, un proceso de recuperación gradual que les lleva de nuevo a funcionar con normalidad y sin interferencia en su vida diaria. A este proceso, de sobreponerse a momentos de dolor emocional a pesar de la adversidad, es a lo que se le llama resiliencia.

Por tanto, la resiliencia es la capacidad para mantener un funcionamiento físico y psicológico saludable ante situaciones difíciles que generan gran malestar o ante sucesos traumáticos, como pueden ser maltrato de cualquier tipo, catástrofes naturales como terremotos o inundaciones, enfermedades graves, accidentes, una pérdida de un ser querido inesperada, períodos de bajos ingresos económicos,… Esta capacidad forma parte de las funciones adaptativas de las que disponemos como seres humanos y está en nuestras manos desarrollarla.

En este caso, las personas resilientes no es que pasen un período de alteración del que después se recuperan, sino que durante ese período de alteración, mantienen un equilibrio a pesar de lo que están viviendo, que les permite ir funcionando con cierta normalidad y poder afrontarlo. Eso no significa que no sufran, sino que logran resistir e incluso en muchas ocasiones, superarse y sacar algo bueno de la situación negativa. 


¿Qué características tienen las personas resilientes?

  • Autoconocimiento y conciencia de las fortalezas y debilidades propias. Esto les ayuda a proponerse objetivos realistas, lo que les permite mantener un equilibrio entre los recursos que tienen para lograrlos y los que necesitan adquirir o hasta dónde pueden llegar sin frustrarse. Así mismo, también les ayuda a detectar cuándo es necesario pedir ayuda.
  • Autoestima positiva. Tienen buen autoconcepto de sí mismas, confían en sus capacidades y presentan flexibilidad para adaptarse a los cambios cuando es necesario.
  • Responsabilidad. Se responsabilizan del papel que tienen en cada situación y de cómo se sienten, piensan y actúan, así como de las consecuencias y cómo las afrontan. Por lo que no intentan controlar las situaciones, sino sus emociones cuando no pueden cambiar la realidad. Además, la existencia de un propósito significativo en la vida ayuda a tener una fuerza interior para responsabilizarse y ser perseverante en conseguirlo. En este punto, también estaría la responsabilidad de saber e identificar cuando es necesario pedir ayuda si con los propios recursos no es fácil o no se puede sostener o afrontar la situación.
  • Autonomía. Son conscientes de sus derechos y libertades, independientes en sus pensamientos, emociones y acciones y por tanto, son capaces de actuar en función de sus objetivos e intereses sin tener dependencia de los demás.
  • Tolerancia a la frustración. Al ser conscientes de sus recursos e ir ajustando sus objetivos a éstos, son capaces de adaptarse cuando algo no sale como esperaban y son capaces de recomponerse. Esto no significa que no sientan tristeza, rabia o frustración en sí ante algunas situaciones, sino que serán capaces de poder gestionar de una manera más adaptativa estas emociones y sobreponerse a ellas. Por tanto, se permiten experimentar emociones fuertes y a la vez reconocer cuándo tiene que afrontarlas y gestionarlas para poder seguir funcionando.
  • Habilidades de afrontamiento. Han aprendido y siguen dispuestas a aprender habilidades de afrontamiento que les permitan gestionar situaciones estresantes, resolver problemas y tomar decisiones.
  • Uso del humor y optimismo. Se trata de personas optimistas que ante situaciones difíciles son capaces de sostener el dolor, transitarlo y a la vez permitirse momentos de experimentar emociones positivas o agradables.
  • Adaptabilidad, aceptación, apertura y perseverancia. Aceptan las situaciones y experiencias como van apareciendo, con plena consciencia de que se puede aprender tanto de las experiencias positivas como de las negativas. Desarrollan la creatividad y transforman poco a poco la experiencia dolorosa en aprendizaje.
  • Habilidades sociales. Cuidan sus relaciones con los demás, tienen un círculo de confianza en el que apoyarse y saben dar y recibir en su día a día.
  • Empatía e inteligencia emocional. La empatía es la capacidad de entender al otro y ponerse en su lugar. Esto puede ayudar a identificar las propias emociones y pensamientos y a reaccionar de manera adecuada cuando uno siente enfado con otra persona querida.
  • Atención al presente. Tratan de vivir en lo que está pasando aquí y ahora, aceptando lo que está ocurriendo y lo que ocurrió en el pasado sin que éste sea una fuente de culpabilidad o una época en la que perderse. Del mismo modo, tienen esa visión hacia el futuro, lleno de incertidumbre y preocupaciones que sí ocupan la mayor parte de la conciencia hacen que se produzca una desconexión con el presente y con lo que sí se puede hacer y sentir en ese momento.
  • Pedir ayuda. Reconocen sus debilidades y cuando es el momento de pedir ayuda.


¿Se puede fomentar la resiliencia?

A día de hoy todavía son muchos los estudios que hacen falta para seguir estudiando esta posibilidad y cómo se desarrolla. Sin embargo, la American  Psychological Association (APA) publicó varios consejos que pueden ayudar a construir dicha resiliencia:

  • Autobservación y autoconocimiento. Cuánto más te conozcas y trates de fomentar tus fortalezas y trabajar tus debilidades, más puedes contribuir a adaptarte a la situación.
  • Establece relaciones sinceras y auténticas con amistades, familiares cercanos y otras personas importantes de tu vida. Algunas personas encuentran sostén en grupos de la comunidad o al ayudar a otras personas que también lo necesitan.
  • Evita ver las crisis como obstáculos insuperables. No se puede evitar que ocurran situaciones que sean difíciles o generen intenso malestar, pero sí cambiar la manera de interpretarlas y de reaccionar ante ellas. Observa si hay algo que te pueda ayudar a sentirte mejor mientas dura esta mala época y acógete a ello. Si uno se cuida, las emociones fluyen y no se estancan, en el futuro las cosas pueden mejorar.
  • Acepta que el cambio es parte de la vida. En la vida hay aspectos que podemos controlar y otros que se escapan de nuestro control. Aceptar que no puede ser todo como uno se lo había planteado ayuda a centrarse en lo que sí es posible y generar los recursos necesarios para poder conseguirlo.
  • Muévete hacia tus metas. Recuerda que para poder alcanzar unos objetivos, estos tienen que ser realistas y acorde a los recursos que uno mismo o una misma tiene. Busca metas realistas, céntrate en las que puedes lograr en el presente, en los pequeños logros diarios y dirígelas hacia la dirección que tu deseas.
  • Toma decisiones y actúa. En muchas ocasiones hay que afrontar situaciones desagradables que de no hacerlo se alargan en el tiempo y solo provocan sufrimiento. Es mejor afrontarlas, tomar decisiones y realizar pequeñas actuaciones decisivas que ignorar los problemas y desear que desaparezcan con el tiempo.
  • Busca oportunidades para descubrirte a ti mismo o a ti misma. Ante situaciones adversas, puedes descubrir y aprender algo más sobre ti mismo o ti misma y sentir que has crecido a nivel personal (nuevos recursos de afrontamiento y gestión emocional, mejoras en las relaciones personales, nuevos objetivos, cambio en el autoconcepto, incremento en la fuerza personal cuando uno se siente vulnerable,…).
  • Cultiva una visión positiva de ti mismo o ti misma. Confía en tus posibilidades e instintos para resolver los problemas, para tomar decisiones y para buscar ayuda cuando creas que la necesitas.
  • Mantén las cosas en perspectiva. Cuando estamos ante una mala situación y estamos al límite del desbordamiento emocional, es posible que agrandemos lo que está pasando más de lo que es, sin restarle importancia a la gravedad de la situación. Cuidar hacia dónde enfocas tu atención, con qué te quedas o qué filtras contribuirá a que te sientas de una manera o de otra, por lo que hablarlo con otras personas, considerar la situación en un contexto más amplio, centrarte en lo que sabes de manera objetiva y no solo en tu interpretación y pensar a largo plazo puede ayudar.
  • No pierdas la esperanza. Una actitud optimista puede contribuir a que ocurran cosas buenas, puede ayudar centrarse más en lo que uno quiere que preocuparse por lo que uno teme.
  • Cuídate. Busca actividades que te relajen y te hagan disfrutar (ejercicio físico, compañía de amistades, leer un libro, meditaciones,…). La clave está en identificar actividades que podrían ayudarte a construir una estrategia personal para ir desarrollando la resiliencia.
  • Cuida como te hablas. Háblate con cariño y respeto. Sé flexible contigo mismo o misma, permítete momentos de malestar sin sentir culpa por sentirlos. Equilibra tus recursos sin autoexigencia ni perfeccionismo, respetando tu ritmo y recordándote tus capacidades.
  • Escribe y/ o medita. Se ha demostrado que para algunas personas, escribir sobre sus pensamientos y sentimientos, así como la meditación pueden contribuir al equilibrio mental.


Fomentar la resiliencia puede ayudar a que en el futuro podamos sentirnos y estar más preparados ante lo inesperado, y supone una gran herramienta para poder afrontar la adversidad. 

En nuestra vida estamos expuestos a muchas experiencias que nos generan bienestar y a muchas otras que son difíciles de vivenciar y sostener. Es en estas últimas que es de vital importancia recordar que se puede seguir adelante con esfuerzo y superación. Si al intentar hacerlo has sentido que necesitas ayuda o un bloqueo, te animamos a que busques ayuda de un profesional, puede ayudarte a lograrlo y conseguir que vuelvas a sentirte bien.


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